Las aguas residuales domiciliarias tal como salen de la casa, contienen distintos contaminantes que de no ser tratados, pueden afectar nuestra salud y la calidad del ambiente en el que vivimos.
Entre estos contaminantes encontramos:
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Patógenos: como bacterias, virus y parásitos que producen enfermedades.
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Materia orgánica: como materia fecal, papel higiénico, restos de alimentos, jabones y detergentes que consume el oxígeno del agua y produce malos olores.
En ausencia de redes cloacales, la solución más extendida son los tradicionales pozos absorbentes a los que se conoce como pozos negros.
Como es sabido, la vida útil de los pozos es variable y depende del tiempo que demoren en impermeabilizarse sus paredes, por la saponificación de las grasas, aceites y jabones.
Su funcionamiento también se ve limitado por el nivel de la napa freática, situación que se observa en muchas zonas de nuestro territorio en donde la primera capa de agua se encuentra muy cerca de la superficie.
Esto último además de limitar la absorción produce otro grave problema, que es la contaminación de las aguas subterráneas con los líquidos cloacales.
Por estos motivos el tratamiento de las aguas residuales domiciliarias debe ser entendido como una necesidad, a fin de mantener condiciones adecuadas de salud e higiene para la población.